CVX

 “Se levantó el viento… Primero era como la voz de un vacío… un soplar desde el espacio hasta el interior de un orificio, una ausencia en el silencio del aire. Después se alzó un sollozo, un sollozo desde el fondo del mundo, el sentir que temblaban los vidrios y que se trataba realmente de viento. Después sonó más alto, rugido sordo, un llorar sin ser ante el avanzar de la noche, un rechinare de cosas, un caer de fragmentos, un átomo del fin del mundo”.

(F. Pessoa, Libro del desasosiego)

CVIX

“El único modo de estar de acuerdo con la vida consiste en estar en desacuerdo con nosotros mismos. Lo absurdo es lo divino.

Establecer teorías, pensándolas paciente y honestamente, sólo para después actuar contra ellas ―actuar y justificar nuestras acciones con teorías que las condenan. Trazar un camino en la vida, y acto seguido actuar en contra de seguir ese camino. Tener todos los gestos y todas las actitudes de algo que ni somos ni pretendemos ser ni pretendemos ser tomados como siéndolo.

Comprar libros para no leerlos; ir a conciertos para no oír la música ni ver a los otros asistentes; dar largos paseos por estar harto de andar e ir a pasar unos días al campo sólo porque detestamos el campo”.

(F. Pessoa, Libro del desasosiego)

CVII

“A mí no me parece muy limpio por parte del señor, dijo caín, si lo que he oído es verdad, job, pese a ser rico, es un hombre bueno, honesto, y para colmo muy religioso, no ha cometido ningún crimen, pero va a ser castigado sin motivo alguno con la pérdida de sus bienes, tal vez, como tanta gente dice, el señor es justo, pero a mí no me lo parece, esto me hace recordar lo que le sucedió a abraham, al que dios, para ponerlo a prueba, ordenó que matara a su hijo isaac, en mi opinión, si el señor se fía de las personas que creen en él, no veo por qué esas personas tiene que fiarse del señor, Los designios de dios son inescrutables, ni nosotros los ángeles podemos penetrar en su pensamiento, Estoy cansado de esa cháchara de que los designios del señor son inescrutables, respondió caín, dios debería ser transparente y límpido como cristal en lugar de este continuo pavor, de este continuo miedo, en fin, dios no nos ama. Él fue quien te dio la vida, La vida me la dieron mi padre y mi madre, juntaron carne con carne y yo nací, no consta que dios estuviese presente en el acto, Dios está en todas partes, Sobre todo cuando manda a matar, un solo niño de los que murieron abrasados en sodoma  bastaría para condenarlo sin remisión, pero la justicia, para dios, es una palabra vana, ahora hará sufrir a job por una apuesta y nadie le pedirá cuentas, Cuidado, caín, hablas demasiado, el señor está oyéndote y tarde o temprano te castigará, El señor no oye, el señor es sordo, por todas partes se le alzan súplicas, son los pobres, los infelices, los desgraciados, todos implorándole el remedio que el mundo les niega, y el señor les da la espalda, comenzó haciendo una alianza con los hebreos y ahora hace un pacto con el diablo, para esto no merece la pena que haya dios…”

 

(J. Saramago, Caín)

CVI

“No sé si fui elegido, pero algo sé, algo sí he aprendido, Qué, Que nuestro dios, el creador del cielo y de la tierra, está rematadamente loco, Cómo te atreves a decir que el señor dios está loco, Porque sólo un loco sin conciencia de sus actos admitiría ser el culpable directo de la muerte de cientos de miles de personas y se comportaría luego como si nada hubiese sucedido, salvo que, y pudiera ser, no se tratara de locura, la involuntaria, la auténtica, sino de pura y simple maldad, Dios nunca podría ser malo, o no sería dios, para malo ya tenemos al demonio, No puede ser bueno un dios que le da a un padre la orden de que mate y queme en una hoguera a su propio hijo simplemente para poner a prueba su fe, eso no se le ocurriría ni al más maligno de los demonios, No te reconozco, no eres el mismo hombre que dormía antes en esta cama, dijo lilith, Ni tú serías la misma mujer si hubieras visto lo que yo he visto, los niños de sodoma carbonizados por el fuego del cielo, Qué sodoma era  ésa, preguntó lilith, la ciudad donde los hombres preferían a los hombres en vez de a las mujeres, Y murieron todos sus habitantes por eso, Todos, no escapó ni un alma, no hubo supervivientes, Hasta las mujeres que esos hombres despreciaban, volvió a preguntar lilith, Sí, Como siempre, a las mujeres, si por un lado les llueve, por otro les viene el viento, En cualquier caso, los inocentes ya están acostumbrados a pagar por los pecadores, Qué extraña idea de lo justo parecer tener el señor, La idea de quien no tiene la menor noción de lo que podría ser una justicia humana. Y tú la tienes, preguntó lilith, Yo no soy nada más que caín, el que mató a su hermano y por ese crimen fue juzgado…”

(J. Saramago, Caín)

CV

Preguntó isaac, Padre, qué mal te he hecho para que quisieras matarme, a mí que soy tu único hijo, Mal no me has hecho, isaac, Entonces por qué quisiste cortarme el cuello como si fuera un borrego, preguntó el chiquillo, si no hubiera aparecido ese hombre, a quien el señor cubra de bendiciones, para sujetarte el brazo, estarías ahora llevando un cadáver a casa, La idea fue del señor, que quería la prueba, La prueba de qué, De mi fe, de mi obediencia, Y qué señor es ese que ordena a un padre que mate a su propio hijo, Es el señor que tenemos, el señor de nuestros antepasados, el señor que estaba aquí cuando nacimos, Y si ese señor tuviera un hijo, también lo mandaría matar, preguntó isaac, El futuro lo dirá, Entonces el señor es capaz de todo, de lo bueno, lo malo y de lo peor, Así es, Si tú hubieras desobedecido la orden, qué habría sucedido, Lo que el señor suele hacer es mandar la ruina o una enfermedad a quien le falla, Entonces el señor es rencoroso, Creo que sí, respondió abraham en voz baja, como si temiese ser oído, para el señor nada es imposible, Ni un error, ni un crimen, preguntó isaac, Los errores y los crímenes sobre todo, Padre, no me entiendo con esta religión, Haz por entender, hijo mío, no tendrás otro remedio, ahora voy a hacerte una petición, una humilde petición, Cuál, Que olvidemos lo que ha pasado, No sé si seré capaz, padre, todavía me veo sobre la leña, atado, y tu brazo levantado, con el cuchillo reluciente, El que estaba ahí no era yo, en mi perfecto juicio nunca lo haría, Quieres decir que el señor enloquece a las personas, preguntó isaac, Sí, muchas veces, casi siempre, En cualquier caso, quien tenía el cuchillo en la mano eras tú, El señor lo había organizado todo, en el último momento intervendría, viste al ángel que apareció, Llegó con retraso, El señor habría encontrado la manera de salvarte, probablemente sabía que el ángel se iba a atrasar y por eso hizo aparecer a ese hombre. Caín se llama, no olvides que le debes, Caín, repitió abraham obediente, lo conocí antes de que tú hubieras nacido, El hombre que salvó a tu hijo de ser degollado y quemado en el haz de leña que él mismo transportó sobre la espalda, Eso no te ha pasado, hijo mío, Padre, la cuestión, aunque a mí no me importe mucho, no es tanto que yo haya muerto o no, la cuestión es que estamos gobernados por un señor como éste, tan cruel como baal, que devoró a sus hijos, Dónde has oído ese nombre, La gente sueña, padre.

(J. Saramago, Caín)

CIV

“En el balance, el cuerpo no se reduce ni a una fijeza ni a una realidad: menos real que virtual, apunta al potencial; mejor, vive en lo modal. Lejos de un ser-ahí, se mueve; no sólo se desplaza en el trayecto de aquí allá, sino que se forma, se deforma, se transforma, se tiende y se estira, se figura, se desfigura, se transfigura; polimorfo, proteiforme… sólo detendrán esas variaciones definiéndolo como capaz. Él puede. Esta capacidad, como integral indefinida, suma el conjunto abierto de las posturas y las muecas, de las colocaciones y las posiciones”.

(M. Serres, Variaciones sobre el cuerpo)

CIII

Pero me parece que voy a comprenderte mejor si empiezo por tus pasiones, tu cólera de tigresa, tu pereza de tierra, tu orgullo de montaña, tu avaricia de coleóptero, tu ternura de reptil, tu lascivia de borrica, y si te muestro mi quemadura y mi lentitud de secoya me vas a comprender, a tal punto se vuelve más fácil acceder uno al otro por nuestras cuatro naturalezas de base, minerales, vegetales, animales y mundiales. Nosotros-cosas marcamos la ruta a nosotros, nosotros-animales trazamos el camino hacia el nosotros pronto inteligentes… te amo, a veces, como un perro a su perra, por puro olfato, como un pulpo ondula con los ocho brazos, como un árbol enlaza sus ramas al viento. Metamorfosis del cuerpo enamorado: el amor universal pasa por la arena, los juegos florares y las carreras de animales; así comienzan los enamorados, por el deseo de las cosas y del mundo, antes de coronarse uno al otro en el éxtasis corporal en Dios.

(M. Serres, Variaciones sobre el cuerpo)

 

CII

Inmóvil como flora, vivo y fauna, primordial en cuanto elemento, finito y pies mantenidos en un lugar, tórax ampliado al horizonte, cabeza, nube y luz, neuronas que vuelan por el vasto universo, montaña estrellada, poros que tiran en el rincón del fuego, contraído, dilatado, denso y escaso, disuelto, líquido y forjado por el martillo y el brasero de la metamorfosis, no soy nada más que las otras cosas, más que los otros hombre del mundo. Entonces, y sólo entonces, comprendo.

(M. Serres, Variaciones sobre el cuerpo)

CI

A la inversa, surgido del cuerpo, es decir, del corazón, el valor viene del coraje: del reconocimiento y del rechazo de nuestra finitud. Primera y única virtud que valga y de la que se deducen otras, vuelve la espalda a la razón tanto como la investigación se burla de la crítica. De naturaleza corporal, cordial, cardíaca, el coraje, esencial y primario, resulta tan difícil de comprender como el impulso vital, sin grandes reflexiones ni mediaciones, su generosidad encuentra de inmediato la concordia y su fidelidad, la misericordia… Para descubrir la virtud, por lo tanto, hay que penetrar hasta las mismas raíces de la vida, hasta las reacciones bioquímicas primarias de la energía o hasta los primeros ritmos del tiempo; ahí nace el coraje en su principio, en el secreto de su eficacia, en la expresión incoativa de sus fuerzas. En el calor del metabolismo o el surgimiento del impulso vital, en el latido elemental del corazón… de ahí se lanza el coraje, olvido total y caluroso de sí hacia el mundo, los otros, el prójimo y los objetos.

(M. Serres, Variaciones sobre el cuerpo)