Rupturas radicales

Personalmente creo que se consigue una vida más armoniosa si evitamos ir por el mundo “tocando fondo” y necesitando de rupturas radicales…

El otro día me quedé pensando en esas personas que en determinado momento de sus vidas requieren de una ruptura. Entonces imaginé que la vida era un gran lienzo. Y entendí que si la vida fuera un gran lienzo y este estuviera vuelto mierda sería completamente necesario otro para volver a empezar. Es decir, ante un lienzo ultrajado, roto, descompuesto, arrugado, motilado, sucio, deplorable, donde ya ni siquiera son reconocibles las huellas que hay en él, a la persona no le queda más opción que buscar otro… Otro que, estando en blanco, le permita recomenzar.

Sin embargo, ¿hasta dónde son deseables las rupturas radicales?

Entonces también pensé que ojalá no tuviera que ser así… Que ojalá las personas no permitieran a sus lienzos llegar a tal estado. Es decir, si nuestra vida es un gran lienzo deberíamos, creo, asumir la responsabilidad, de acuerdo con nuestras capacidades, de evitar su destrucción.

Lo que no quiere decir que nuestro lienzo no deba tener marca alguna, huella alguna… Sin duda será un lienzo marcado, donde sean visibles nuestras experiencias, las chéveres y las no tan chéveres, un lienzo cuyas huellas mostrará lo que hemos sido y lo que aún nos falta llegar a ser. Y mientras pensaba en esto se me ocurrió que ―de acuerdo con las decisiones que tomemos, los esfuerzos que estemos dispuesto a realizar, el coraje y la valentía con los que asumamos los retos, las responsabilidades que nos otorguemos, las personas con las que nos relacionemos, las aventuras y los riesgos que emprendamos, etc.― podemos determinar, en gran medida, qué tipos de huellas queremos ir dejando en él.

Claro que habrá momentos en los que no nos será posible decidir sobre el tipo de huellas que dejemos, pues hay situaciones que nos sobrepasan y sobre las que simplemente no tenemos ningún control ―la muerte de un hijo o el diagnóstico de una enfermedad terminal―. Entonces, seguramente, quedará en nuestro lienzo una huella poco querida. Aunque por poco querida no necesariamente indeseable, pues unas cuantas huellas poco queridas, a la vista de todos, nos darían una razón y un motivo para intentar evitarlas, nos recordarían que no queremos más huellas así.

Habrá otros momentos en los que tampoco podremos decidir demasiado sobre el tipo de huellas que dejemos, momentos en los que la vida te toma y te lleva por caminos insospechados, que no teníamos planeado andar. Sin embargo, la clave ahí, creo, está en decidir qué tan pasivo o activo se quiere ser respecto a esa aprehensión inesperada. Y si decidimos ser activos seguramente las huellas que imprimamos no nos serán tan extrañas.

De manera que tenemos personas que se encargan ellas mismas de llenar su lienzo de cosas horrorosas. Otras, son arrojadas sin mucha opción por toda índole de situaciones imprevistas, las cuales no pueden impedir… Y su lienzo termina convertido en algo poco codiciable. En cualquiera de estos dos casos creo que un lienzo en blanco ―una ruptura radical― se hace imprescindible para seguir adelante.

Pero si no es así, si no somos personas dadas a hacer de nuestro lienzo una porquería patética y mediocre o si no somos personas afectadas por situaciones que nos sobrepasan, considero que podemos esforzarnos por mantenerlo en un estado decente (y ojalá mucho más que decente). Implica esfuerzo y disciplina, sí. Implica perseverancia, también.

Ahora bien, las personas que han “vivido” saben por experiencia que por más ganas que se tengan de mantener el lienzo “decente”, la disciplina, la perseverancia y el esfuerzo constantes pueden llegar a sabernos a mierda ―a cualquiera le puede pasar― y, por lo tanto, es probable que nuestro lienzo termine vuelto mierda él también, así no fuera eso lo que hubiésemos deseado.

Sin embargo, si el hastío por el cuidado de nuestro lienzo llegara a invadirnos y este acabara convertido en algo lamentable, lo verdaderamente importante es saber que siempre (siempre) tendremos la posibilidad de disponer las condiciones para que nos sea dado un lienzo intacto, listo para volver a empezar… con una nueva oportunidad de prever/planear/analizar qué tipo de huellas queremos imprimir en él. Porque no estamos condenados a vivir con un lienzo maltrecho, reducido a pedazos estropeados. Siempre se puede recomenzar. Siempre.

-arC-

27 de marzo de 2013

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